Lo único que quería
era pedirte que me dejaras abrazarte un rato,
y tus ojos, que se me ensartan en la espina dorsal;
y así me recorres entera,
por dentro, casi sin darte cuenta.
Aquel poema podría haber pasado desapercibido
si no fuera
porque lo escribiste para mí
y ni siquiera lo recuerdas.
O aún estamos enamorados,
o nunca lo estuvimos,
o el masoquismo espiritual está intentando acabar con nosotros.
Deja que fluya la duda durante cuatro años más;
úsame
y pégame un tiro
después.
Que lo que me queda de ti
al final
es lo de siempre;
pólvora en el corazón.
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