Aquí hay alguien que está haciéndolo fatal
y no eres tú.
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honey, the one that i want |
No conozco esta habitación. Y tú siempre vuelves a ella. Dijo que quería verte, pero se pasó el día despidiéndose de todos los colores que encontraba, porque sabía que se irían por la noche. Sabía que se irían y él no podría hacer nada. Y casi muere entre adioses y tonos, y por eso de que la luz lo hace todo infinito y te sonríe en los microscopios. Estoy floreciendo por los cuatro costados y tú sigues siendo el mismo capullo. Quiero volver a hacer cosas bonitas. Cosas horribles. Lo que sea. Si me lo propongo puedo seguir el camino de la mano izquierda. Si me lo propongo puedo escribir cosas coherentes, pero no estoy en vena. Supongo que voy a morirme sin saber qué frutas salen de qué árboles, y sin conocer a ese chico maravilloso que escribió los poemas más tristes del universo. Supongo que voy a morirme sin saber casi nada. Pero a lo mejor soy la única que ha descubierto que tienes una peca en la mejilla, y una manchita naranja en el azul de tu ojo derecho, y un pelo rubio en la ceja. Todo en el mismo lado de la cara.
Y con respecto a lo de las casualidades, ya lo sabía. Lo sabía porque nunca había dejado de saberlo. Y porque aunque acabara prendada de cualquier micrófono indecente, tú siempre estabas para secarme los ojos, y sacarme la tribulación. Todo fuera. Y llenarme de proverbios que me ayudaran a vivir. Que los chinos no solo nos dejaron el todo a cien. Siempre estabas obviando latitudes para hacerme compañía. Y te sabías mis aciertos al caletre, y mis desventuras y mis notas más agudas. Te sabías hasta el relieve de mi dentadura, aunque eso dolía, y mucho.
Por eso, porque te sabías hasta lo que dolía. Y mis principios y mis máximas, si es que llegué a tener alguna.
El amor era un axioma entre nosotros, y por eso preferimos inventar poemas a decir te quiero.
Por eso y porque somos libres.
O al menos eso creo.