Nos dijimos adiós miles de veces, pero solo fue una palabra.
Cinco letras. Juntas. Una detrás de otra. Nada más allá de cinco letras
ordenadas para que no signifiquen nada en absoluto. Pero esta vez es diferente.
Esta vez te lo he pedido. Explícitamente. He sido yo, yo lo he decidido. Te he
pedido que te vayas. Hasta sabiendo que podía haberme clavado una daga en el
corazón con las mismas consecuencias. Creo que lo hice. Sí, lo hice. Recuerdo
haberlo hecho. Por eso me desangro en un río que fluye en tu busca. Por eso. Voy a buscarte. Voy a por ti, aunque no me veas. Aunque no me estremezca.
Porque te fuiste, sí. Pero me arrastraste en tu marcha. Y ya, no estoy. Me miro y no hay nada. Rebaño y
no me quedo. Ya no soy, más que en tu garganta, cuando pronuncias mi nombre solo para decir que me has olvidado.