Habito este cuerpo como un cuerpo prestado. No es el mío, solo dispongo de él para realizar las funciones vitales, y las obligaciones que la sociedad me impone, o que yo misma me impongo por decreto social. Pero este no es mi cuerpo. No es el cuerpo que he cuidado y ejercitado. No es el cuerpo que disfruta, que disfruto y que me hace disfrutar. Es un cuerpo autómata y ajeno. Es mi cuerpo visto por mí, desde fuera, como la decadencia de lo que fue. Pero cierro estos ojos prestados y cuando los abro, la cicatriz aún está en su sitio. Mi cuerpo me espera en mi cuerpo. Sé que está ahí, aunque ahora no esté. Está en mí. Existe en el pasado, en el futuro. No está en suspenso, simplemente no está. Ha estado, estará. No es este, aunque lo sea. Yo lo sé, y nadie más puede saberlo.