Te busqué.
Dijiste.
Pero
tu velocidad.
Tu exceso.
Te vi.
Aquel lugar.
La viveza de mi parpadeo
extremo,
mis órbitas
desorbitadas
y esa absurda teoría
de la aberración de la luz.
Cuando lo alcancé
ya no,
dijiste,
no te encontraba.
Pero yo estuve siempre en el mismo sitio.
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