Por qué me abres la puerta y no las entrañas. Ábreme. Abre. Si este letargo va a durar más que el propio invierno todas estas canciones no sirven de nada. Si ya suena, suena, está sonando. Pero no hay momentos. Necesitamos sentarnos frente con frente sin que se nos junten los ojos, sin que nos dé la risa. Enfrentarte al frío. Mis costillas se quedan debajo de capas de algodón y complejos. Enfrentarte al frío fue lo primero que tuviste que hacer en la vida. Pero se ha quedado aquí. Aquí lo tengo, y como no sé qué decir, te beso. También eso lo olvidé. Lo siento. Porque no sé cuánto duran las cosas. Porque todavía no sé escribirte, ni sé quién eres, ni si has vuelto de la vida o de la muerte. ¿Estás dentro? Acuéstate aquí, sobre la ropa sucia. Sobre la ropa sucia germina la vida. Sobre ropa empapada que cae al suelo trata la vida. Pero en tu casa, nada cae. Yo no caigo. Yo duermo al otro lado. ¿Entonces esto no es nada? ¿No es temor, no es dolor, no son entrañas? ¿No son noches, no es sexo, no es tiritar? No me estremezco. Sí, quizá es eso. Quizá es, por decirlo así, nada en absoluto.